Hoy me he levantado más osado que de costumbre y tengo ganas de escribir un artículo que tengo en el tintero desde hace tiempo.
Después de una semana lloviendo en Madrid (que esto parecía Londres 🙂 ), hoy ha salido el sol. Quieras que no, eso da energía.
Hace tiempo me atreví utilizar a Albert Einstein y su Teoría de la relatividad para modificar su famosa fórmula E=mC² para llegar a las emociones de nuestros clientes.
En este artículo me voy a servir de la teoría de otro de los grandes para plantear uno de mis conceptos sobre supervivencia de empresas.
Charles Darwin y su Teoría de la evolución de la vida que presento en su libro “El origen de las especies”.
En esta teoría nos dice lo que ya sabemos todos y que se utiliza en muchas frases de motivación, procesos de cambio y cosas así.
(La verdad es que cada vez estoy más saturado de las frases motivadoras, happy flowers, buenistas… que son superficiales. La vida no es chachiruli. Pero esta es otra historia.)
Hay un matiz importante que no dicen. Algo que cambia completamente el planteamiento que presentan.
La selección de los más aptos por adaptación se realiza de forma pasiva.
Es decir, las especies no se adaptan de forma activa, no deciden cambiar para sobrevivir. Es la madre naturaleza la que deja vivos a unos individuos y a otros no.
Y estos individuos que quedan vivos son los que transfieren sus genes, con su “configuración individual”, a sus descendientes.
Un ejemplo.
Las jirafas. Sobrevive la jirafa que tiene el cuello más largo porque es la que alcanza mayor cantidad de comida por llegar más arriba de los árboles.
Las jirafas con el cuello más corto no llegan a tanta comida y tienen más probabilidades de morir.
¿Quién Sobrevive?
La selección de las especies y de sus individuos que sobreviven y que pueden transferir sus genes a sus descendientes es cruel.
No se para a compadecerse.
La selección no funciona por copia, sino por eliminación.
Siguiendo con las jirafas, las jirafas de cuello menos largo no se fijan en que sus congéneres con el cuello más largo llegan a la comida e intentan estirar el cuello (copiar) para que se alargue.
Sencillamente se mueren y no dejan descendencia. Una descendencia con el cuello “corto”.
Viven las que tienen el cuello largo.
Primero porque viven lo suficiente como para poder dejar descendencia.
Segundo porque pueden transmitir a sus descendientes sus genes de cuello “largo”.
(Más sobre herencia genética y quien lo descubrió, Gregor Mendel.)
¿Por qué unas jirafas nacen con el cuello más largo que otras?
La mutación genética es la respuesta.
Cada vez que nace un nuevo individuo de una especie, sus padres le transfieren una copia de su “configuración genética”. Pero en cada individuo hay del orden de entre 300 y 400 variaciones de estos genes.
Es decir, somos muy parecidos a nuestros padres pero no exactamente iguales.
De unos padres jirafas de “cuello largo” lo más normal es que nazcan crías con el cuello largo. Porque la mayoría de sus genes así lo indican.
Aunque también es posible que, por una mutación genética, nazca una con el “cuello corto” y tenga menos posibilidades de sobrevivir.
Y viceversa. De jirafas de cuello “corto nacer” una jirafa con el “cuello largo”.
Como ves, no son las especies las que se paran a pensar -“¿Cómo hago yo para sobrevivir? ¡Ah, ya se! Tengo que estirar mi cuello para que se haga más largo.”
Es el entorno el que va sacrificando a los que no tienen las condiciones suficientes para sobrevivir.
Es el medio, la madre naturaleza, el entorno quien “decide de forma pasiva” quien sobrevive y quien no.
Nacen muchos individuos con mutaciones genéticas nada funcionales que no sirven para nada.
Estas mutaciones pueden ser indiferentes porque no les afectan para su supervivencia o directamente nefastas, como una jirafa sin cuello.
La Supervivencia de las Empresas
La supervivencia de las empresas también es pasiva.
Es el entorno, el mercado, los clientes los que deciden si sobrevivimos o no.
Aunque los humanos, a diferencia del resto de las especies, tenemos la capacidad de pensar y buscar esas mutaciones genéticas de forma activa.
En nuestro caso, nuestra mutación genética es la propuesta de valor que ofrecemos a nuestros clientes.
Nosotros podemos (debemos) averiguar qué es lo que quiere el entorno (nuestros clientes) para hacer una mutación genética que nos permita adaptarnos.
El problema de muchos es que intentan adaptarse desde su interior, desde lo que piensan que quieren los clientes, desde lo que mejor les parece a ellos.
Por lo que, lógicamente, el entorno lo sacrifica y tiene que cerrar.
Las mutaciones genéticas que tenemos que realizar pasan inevitablemente por:
Es un trabajo enorme que tenemos que realizar.
Un trabajo en el que nos vamos a encontrar cosas que no nos gusta y que tendremos que cambiar para poder adaptarnos.
Cambiar esa mentalidad de “yo ofrezco al mercado lo que quiero hacer” a una mentalidad de “ofrezco al mercado lo que quieren comprar, me guste o no”.
Si no nos gusta, cerremos nuestra empresa. Dejémoslo. Busquemos otra cosa que nos satisfaga.
Porque si no nos adaptamos al medio, este se encargará de liquidarnos.
Pero nunca olvidemos que la adaptación es pasiva. Que es el medio, el entorno, el que decide si sobrevivimos o no.
Realizar el trabajo de mutar nuestra genética no significa que vayamos a acertar.
Es terrible. Pero es así.
Por eso no funcionan los mensajes lastimeros que oigo/leo en ocasiones de que nos ha costado mucho sacar el producto. O que si no nos compran tendremos que cerrar. U otros así…
El entorno es inmisericorde. Sólo sobreviven los más aptos. Los que tienen algo que interesa a sus clientes.
Un saludo y ¡qué tengas una fantástica semana!
Luis
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