Esfuerzo Inteligente

Hace tiempo te comentaba que muchos empresarios y profesionales independientes no realizan el esfuerzo necesario para sacar su negocio adelante.

Y este esfuerzo no es simplemente hacer más horas de trabajo.  No.

Este esfuerzo es aprender y hacer cosas que no sabemos para poder conseguir ese gran sueño por el que creamos nuestras empresas.

Robert Kiyosaki es uno de los grandes gurús a nivel mundial sobre educación financiera.  Ha escrito varios libros, pero el que le llevó a la cima (de la que no se ha bajado) es Padre rico, Padre pobre.

Y Kiyosaki siempre cuenta que la historia que le hizo cambiar los paradigmas y la mentalidad se la narró un padre rico.  Y es esta:

(En cursiva la historia que he leído de Robert Kiyosaki.  La letra normal es texto mío.)

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DAFO de Nuestros Intangibles

Uno de los problemas de los intangibles que gobiernan a las empresas y equipos es que, como indica su nombre, no son tangibles.  Es decir, que no se pueden medir.

O, al menos, no se pueden medir con indicadores racionales.

Hay encuestas de nivel de satisfacción de clientes, de clima laboral, Net Promoted Score (este está ahora muy de moda con la experiencia de usuario)…

El problema de estas encuestas es que quien las rellena, que somos nosotros como clientes, trabajadores, proveedores, etc., no solemos ser sinceros y, la mayoría de las veces, respondemos como creemos que somos.

Con esto no quiero decir que no sirvan, únicamente que hay que valorarlas con cuidado.

Como decía un poco más arriba, es difícil medir los intangibles.  Es una labor  de análisis y medición que nos va a tocar hacer a nosotros.

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Hagamos Empresas para un Mundo Mejor

Practicando valores desde el corazón.

Practicando Valores Humanos.

Según la web significados.com:

Se conoce como valores humanos al conjunto de características que posee una persona u organización, los cuales determinan el comportamiento e interacción con otros individuos y el medio ambiente.

En el blog del Comité español de la Agencia de la ONU para los Refugiados nos informan que existen siete valores universales:

  1. Honestidad.
  2. Sensibilidad.
  3. Gratitud.
  4. Humildad.
  5. Prudencia.
  6. Respeto.
  7. Responsabilidad.

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Escogemos lo que Conocemos

No descubro la rueda al decir que cuando ofrecemos al mercado algo novedoso es muy difícil empezar a venderlo.

Lo digo por experiencia.  Los planteamientos que yo presento son novedosos para muchos (no nuevos porque siempre han estado ahí como el secreto de las empresas que funcionan bien) y los rechazan.

No quieren arriesgarse.  Incluso en centros universitarios, escuelas de negocios, cámaras de comercio, centros de emprendimiento…

Es decir, sitios que hablan constantemente de disrupción e innovación en su publicidad, pero que luego no salen del marketing online, de la transformación digital, de liderazgo, gestión de equipos o productividad.

Todos temas importantes, pero ya no son innovación.

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Lo que Dices No es lo Mismo que lo que Oyen

Si aún recuerdas lo que nos enseñaron en el colegio sobre la comunicación, básicamente esta se compone de un emisor, un mensaje y un receptor.

En las acciones comerciales de nuestra empresa, nosotros somos el emisor.  La oferta, campaña o la información que quieras transmitir es el mensaje.  Y el cliente es el receptor.

Hasta aquí todo bien.  Nada nuevo bajo el cielo.

Lanzamos nuestro mensaje comercial y el cliente lo recibe, interpreta y entiende lo que queremos transmitirle.  Al menos en teoría…

Porque normalmente los clientes interpretan y entienden algo distinto a la información que nosotros quisimos transmitirles.

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Desmuestra al Mundo lo Bueno que Eres

Tú tomas tus decisiones.  Puedes decidir tener a alguien (tu jefe, tu cliente, tu entrenador personal…) que te diga lo que tienes que hacer o bien decidir tú qué es lo que vas a hacer.

En muchas ocasiones oigo a dueños de negocios y pequeños empresarios quejarse de que sus potenciales clientes no les dejan mostrarles lo buenos que son y lo que les ayudarían sus servicios.

También se lo oigo decir a emprendedores, que se quejan de la falta de oportunidades que da el mercado.

Pero lo que yo me pregunto cuando oigo esto es:  “¿por qué quieren pagar para que les digan lo que hacer?”

Sí, están pagando para que les digan lo que hacer.  Están pagando una prima al supervisor por no coger el toro por los cuernos y dar un paso adelante.

Necesitan a alguien que asuma la responsabilidad de que les digan qué es lo que tienen que hacer a continuación.  Y además pagan dinero.

Sí, pagamos dinero.  Que yo no voy a ser menos que los demás.

Por ejemplo.  Si vamos a un gimnasio (que yo no voy) y trabajamos una hora, el coste de la sesión es cero.  Pero si contratamos un entrenador personal para que nos de instrucciones, el coste de la sesión será de 50 euros.

Otro ejemplo.  Si eres diseñador gráfico puedes aceptar un trabajo como diseñador freelance por 5€/hora.

Que es mucho menos de lo que ganarías si, como otros diseñadores, imaginases cosas asombrosas, las creases y las enseñases al mundo a través de blogs, vídeos… y lo pusieses a la venta.

 

Pasarías de que te Contraten a Autocontratarte

(Qué no es lo mismo que autoemplearse.)

Ya no tendrás que preguntarte si te pagan lo que vales, como te decía en un artículo anterior.

Porque estas demostrando desde el principio lo que vales.

¿Cuánto estás pagando por el privilegio de tener a alguien que te diga lo que tienes que hacer?  Deja de pagar e invierte ese dinero en tu carrera.

Si vendes tu trabajo por horas está bien.  Si realmente es lo que quieres hacer.

Pero eso te llevará siempre a estar a expensas de lo que la persona que decida quiera.

Muchos freelance que venden horas están en un paso intermedio, pero que no se atreven a dar el paso definitivo de crear un gran trabajo, sin cliente a la vista, para demostrar al mundo lo buenos profesionales que son.

Esperan a conseguir algún cliente que les diga lo que tienen que hacer. Alguien, en este caso el cliente, que asuma la responsabilidad de decir qué hacer a continuación.

Y esto no sólo pasa en trabajos creativos.  También pasa mucho en sector de la formación.

Existe gente muy capacitada instruyendo a otros para enseñarles lo que saben.  Pero no se atreven a crear un  curso online y ponerlo a la venta de forma masiva por Internet.

Esto pasa en todos los sectores de servicios y en muchos de productos.

Si realizas servicios es mucho más económico demostrar al mundo lo que vales porque es una cuestión de tiempo.  De horas de trabajo no remuneradas a corto plazo, pero con gran proyección de futuro (si eres bueno realmente).

Si fabricas productos tienes que incurrir en costes de dinero y esa es una barrera que no todos pueden superar.

 

Así que Toca Tomar Decisiones

Y correr el riesgo de equivocarnos.

Ya sabemos la poca tolerancia que tenemos en este país a equivocarnos y que los demás tengan conocimiento de ello.

Esto es uno de los motivos, pequeño, pero motivo que lleva a que unos pocos ganen mucho dinero y que otros muchos no tanto.

Porque han decidido ser ellos los que toman las decisiones, y su primera decisión fue demostrar al mundo lo que valen.  Decidieron ser ellos los que dicen a los demás lo que tienen que hacer.

Para ganar hay que arriesgarse.  Si esperas a que te digan lo que tienes que hacer, no te estas arriesgando.

Lo dicho, hay decisiones que nos cambian la vida.  Y esas decisiones las tomamos nosotros.  ¿Sigues esperando a que te digan lo que tienes que hacer?

 

Un saludo y ¡qué tengas una gran semana!,

Luis


 

¿Tienes Estrategias para Poner al Cliente en el Centro?

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¿Me Pagan lo que Vale Mi Trabajo?

Posiblemente ésta sea una de las grandes preguntas que se hacen los profesionales independientes que trabajan por su cuenta.  Estos profesionales que trabajan vendiendo horas de trabajo.

¿Cuánto vale mi trabajo?  ¿A cuánto cobro mi hora de trabajo?  ¿Cómo lo calculo?  Estas son las pregunta más comunes que nos hacemos al principio.  Pero no voy a hablar de esto.

En Internet puedes encontrar calculadoras de tu precio por hora, como esta de Laura López, a quien no conozco pero me ha gustado mucho su herramienta (y la tiene muy bien posicionada, todo hay que decirlo).

De lo que quiero hablarte es de si realmente tus clientes te están pagando por lo que vale tu trabajo

Si no lo hacen es por dos cosas:

  1. La gente no sabe lo que vales,
  2. No vales (actualmente) tanto como crees.

Es decir, o es un problema de comunicación y no sabes hacer percibir a tus posibles clientes todo el valor que les puedes aportar.  O es un problema de que todavía no aportas tanto valor real como debieras.

 

El valor de tu trabajo

El objetivo, independientemente de lo que vendas, es que te vean como irreemplazable, esencial e inestimable.  Si eres las tres cosas tienes el poder de poner el precio. 

Cuando el precio depende de ti, cuando tienes el poder de ponerlo, hay una cola en tu puerta y puedes usar el precio como mecanismo de señalización, no sólo como forma de ganarte la vida.

Desde luego, darse cuenta de lo que supone crear valor puede romperte el corazón, porque significa que tienes que especializarte, correr riesgos, crear arte, dejar un impacto positivo y ser generoso en todo lo que haces. 

Significa que tienes que desarrollar una pericia extraordinaria y que casi siempre vas a estar al borde del abismo, a punto de caer.

Vale, sí.  Todo esto está muy bien, pero…

 

¿Cómo Muestro mi Valor si No me Contratan?

En primer lugar tienes que crear una Propuesta de Valor que capte la atención del cliente y que quiera más.

Esta Propuesta de Valor tiene que estar creada con las Cosas Que Salen Bien para que sea la que destaca por encima de tu competencia.

La que destaca por encima del resto de las propuestas que el cliente tiene encima de la mesa.

Por ejemplo, yo durante una temporada presentaba mis propuestas de proyectos en hojas de color amarillo.

Con esto ganaba una cosa.  Que mi propuesta fuese la que destacaba del resto que estaban presentadas en hojas blancas.  Esto lo copie de los creativos que presentan sus proyectos en soportes muy llamativos.

Me dije: será un elemento diferenciador del resto de propuestas de consultoría.

Había gente que lo rechazaba porque no “entraba dentro de los cánones clásicos de una empresa de consultoría” (vamos que, entre tú y yo, eran unos aburridos.  Yo no quería trabajar con ellos, por aburridos).

Así que presentar mis propuestas en hojas amarillas me servía para dos cosas:

  1. Llamar la atención de posibles clientes que les resultaba llamativo y les gustaba.
  2. Filtrar a los posibles clientes aburridos que no están dispuestos a cambiar.

Obviamente sólo con hojas amarillas no conseguía el trabajo.  El contenido también tiene que ser aceptado.

Pero ya había conseguido lo que yo quería, que es que viesen y valorasen mi trabajo (mi propuesta).

Y aquí viene otro de los problemas de los profesionales de servicios:

 

¿Cómo destaco por encima del resto de propuestas/competencia?

Normalmente (el 99,99% de las ocasiones) los profesionales hacen una presentación de servicios que no se diferencia mucho del resto y, en algunos casos, nos muestran algunos clientes o trabajos que ya han hecho.

Realmente esto no te diferencia de los demás.  Un asesor/consultor/gestor ofrece los mismos servicios que otro asesor/consultor/gestor del mismo ramo.

Un diseñador gráfico hace lo mismo que otro diseñador gráfico.  Lo mismo que un fontanero, o un mecánico de coches, o un peluquero.

Ahora está muy de moda enseñar trabajos que se han hecho a otros clientes.  Y eso está muy bien.  Pero yo (como cliente) me sigue siendo indiferente porque no se cómo me va a beneficiar eso a mí.

Que hayas hecho el diseño de marca de otra empresa competencia mía no significa que ya seas un experto en el sector y no puedes pretender que haga el acto de fe para que yo me crea que si haces la mía también me va a gustar.

Pero sí puedes, por iniciativa propia, enviar a un cliente potencial el diseño personalizado de alguna pieza para que vea cómo sería el nuevo diseño de su empresa.

No el manual de identidad corporativa completo, claro.  Pero quizá puedas enviar un boceto de un logo o imagen de la empresa.

Algo que sea lo suficiente como para que el potencial cliente sueñe con esa nueva imagen, pero no tanto como para que pueda implementarla sin ti.

A los mecánicos de coche les digo lo mismo.  Los hombre somos fieles a nuestro mecánico… “mi coche sólo lo puede tocar José, que es mi mecánico de confianza”. 

Da a probar algún servicio a nuevos clientes y gánate su confianza.

Lo mismo pasa con los peluqueros.  Las mujeres son fieles a su peluquero… “mi pelo sólo lo puede tocar Ricardo, que es mi peluquero de toda la vida”.

Si tu problema es porque no sabes hacer percibir a tu cliente todo lo que vales, esta es una buena manera de conseguirlo.

Y si tu problema es que tu trabajo no vale (actualmente) lo que crees que vale, esta es una buena manera de recibir feedback y crecer profesionalmente.

 

Un saludo y ¡qué tengas una gran semana,

Luis

 


 

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Plan Estratégico: Hacer las Cosas

Esta semana vuelvo a traer al blog a Herb Kelleher, uno de los empresarios de los que más se puede aprender.

Sus consejos destilan conocimiento y sentido común.

Fue quien ideo el modelo de compañía aérea low cost. Southwest Airlines es una de las compañías mejor valoradas por los clientes.

Es un ejemplo de que ser barato no implica inevitablemente ser cutre y malo.

Si tu modelo de negocio es dar un servicio barato es perfecto pero cumple con lo que prometes a tus clientes y lo que hagas hazlo muy bien. No te escudes en que eres barato para dar un mal servicio o entregar un mal producto.

Esto me lleva al plan estratégico de Southwest Airlines, que es el título de este artículo:

 

Haz Las Cosas

Hagamos lo que nos hemos propuesto hacer.

Demos a nuestros clientes el servicio o producto que le hemos prometido.

Sólo cada uno de nosotros tenemos la idea en nuestra cabeza de la empresa que queremos tener. Los demás únicamente podrán hacerse una idea aproximada de lo que buscamos.  Siempre faltan las palabras adecuadas que para hacerles partícipes de nuestra visión.

No es un problema de palabras.  Simplemente cada uno tenemos nuestro punto de vista y es difícil ponernos en la piel del otro.

La única manera de hacerlo ver a los demás es demostrándoselo.

 

Luchemos por Nuestros Sueños

Lucha por esa empresa que tienes en la cabeza. Si crees que tu servicio o producto es bueno sigue adelante.

Pide consejos, sí.  Sopésalos y valóralos antes de aplicarlos.  Pero no los sigas a pies juntillas, por mucho respeto y admiración que tengas por el consejero.  Analiza si ese consejo es bueno para ti… o si es mejor una transformación de esa sugerencia.. o si simplemente piensas que no lo puedes aplicar.

Esta última frase no es una vía abierta al engreimiento y la arrogancia.  Tenemos que ser humildes (siempre) al valorar el consejo.

La mayoría de consejos que recibimos son de los que no nos gustan, porque son para corregir lo que estamos haciendo mal.

Nos han dado el consejo con la mejor intención. Ese consejo es bueno para el emisor, pero no tienen por qué funcionar igual de bien a los demás.

 

Promesas a los Clientes

Y para terminar vuelvo con las promesas a los clientes.

Si no podemos dar al cliente lo que le hemos prometido lo mejor es decírselo.

Cualquier cosa antes de hacerle sentirse engañado.

Los negocios se basan en la confianza. Que cuesta mucho ganar y muy poco perder, por ejemplo haciendo a un cliente sentirse estúpido.

Ya sabes que yo no soy de grandes planificaciones que con el transcurso de los meses cada vez son más difíciles de cumplir.

Sí soy de establecer metas y luchar hasta conseguirlas.

Una meta es ese fantástico servicio o producto que has imaginado.

Ya conoces el plan estratégico: haz las cosas hasta conseguirlo.

 

Un saludo y ¡qué tengas una gran semana!

Luis


 

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La Culpa es del Cliente

Este artículo lo escribo con la intención que sirva de autocrítica y reflexión para todos los consultores/asesores que lo lean, empezando por mi mismo.

El final de un año siempre es buen momento para meditar sobre lo que hacemos, sobre cómo lo hacemos y sobre qué vamos a seguir haciendo durante el próximo año.

Este es un artículo generalista.  Obviamente no todos los consultores “tienen este problema” y ya se sabe que generalizar es la mayor de las injusticias (algo que asumo mientras lo escribo).

La consultoría es mi terreno profesional, por eso focalizo en este sector, aunque también sirve para cualquier profesional de cualquier sector, trabaje de forma independiente, sea dueño de una empresa o trabajador por cuenta ajena.

Hace unas pocas semanas preguntaba en este artículo sobre quien tiene la culpa de que el cliente no sepa utilizar nuestros productos y servicios.

Mucho más tiempo atrás, hace un año ya, publiqué una adaptación para consultores de la fábula de la liebre y la tortuga.

En este artículo voy a hablar de lo que yo llamo Inversión de la culpa pasiva.  Esto es, echar la culpa al cliente cuando ha habido una mala recogida de datos y, por lo tanto, el resultado de la consultoría es erróneo.

Vamos, que no es lo que el cliente buscaba.

En muchas ocasiones, muchas más de las que me gustaría, me he encontrado con este caso. Consultores o profesionales independientes que atribuyen al cliente el error en la recogida de datos.

 

El Cliente No se Ha Explicado Bien, ¿comorrrr?

Escuchar estas cosas me indigna.

¿Quienes somos los profesionales?  Nosotros.

¿Quienes somos los que tenemos que saber del tema que vamos a ayudar?  Nosotros.

El cliente no sabe sobre el tema a tratar, por eso pide consulta a un profesional.

Y tampoco sabe, en la mayoría de los casos, explicar sus necesidades.

(Nos pasa a todos.  Nosotros como clientes, en ocasiones, no sabemos explicar exactamente qué es lo que buscamos.)

En estos casos echar la culpa al cliente me parece, cuanto menos, poco profesional.

Nosotros somos los expertos.  Nosotros somos los profesionales.  Somos nosotros los que debemos saber bucear en la información que nos da el cliente y detectar la necesidad real que tiene.

De esta manera, además, se evitarían muchas de las modificaciones y ampliaciones que hay que hacer posteriormente en los proyectos.

En muchos sitios se habla, y con razón, sobre la importancia de hacer las preguntas correctas para profundizar en las necesidades reales del cliente.  Preguntas que nos permitan extraer el grano de la paja.

Arte difícil este de hacer las preguntas correctas.  No siempre lo conseguimos, claro está, pero no por eso debemos acomodarnos y pretender que sea el cliente el que se explique bien, porque no lo va a hacer.

Debemos ser honrados con nuestros clientes y si no podemos resolver su problema ser lo suficientemente responsables como para decírselo.

Algo que choca contra el beneficio económico de la empresa y, como decía el ingenioso hidalgo, “… poderoso caballero es don dinero, amigo Sancho”.

 

Vaciar la Taza

Otro de los problemas que veo es que hay consultores (y empresas de consultoría) que hacen “consultoría industrial”.  Esto es, meten las consultas del cliente en la máquina de hacer informes y sacan los necesarios en función de la factura a cobrar.

Muchos consultores tratan de adaptar la casuística de cada cliente a sus esquemas por defecto, a sus filtros y a sus conocimientos.

Conocimientos adquiridos en las Escuelas de Negocios que enseñan según el modelo racional, que hace mucho se ha constatado que ya no funciona.

Un modelo racional que da excesiva importancia a los números (análisis, estudios de mercado, previsiones, estrategias competitivas…) y que deja de lado lo que es realmente importante en las empresas:  las personas.

Cuando vamos a visitar un cliente debemos ir con la taza vacía.

Por taza me refiero a nuestro cerebro.  Debemos ir libres de prejuicios, libres de los esquemas que comentaba antes.

Debemos realizar una escucha activa y metódica para recabar la mayor cantidad de información posible y después poder hacer el filtrado correcto. (Sí, esto es del manual básico del consultor, pero muchas veces se olvida).

Sin juzgar ni establecer relaciones de necesidades precipitadas.

Los consultores pecamos mucho de endiosamiento, algo que nunca ayuda a ningún profesional.

Yo me propongo a mi mismo una meta para este año 2017 que está a punto de empezar (realmente es una meta que llevo renovando durante muchos años, no es algo que deba olvidar): vaciar mi taza cada vez que vaya a visitar a un nuevo cliente.

Y tú, ¿qué te parece incluir también esta meta en tu lista para este nuevo año?

 

Un saludo y ¡qué tengas una gran semana!

Luis


 

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La Más Sencilla es (casi) Siempre la Respuesta Correcta

La semana pasada hablaba sobre esa necesidad que tenemos como humanos de racionalizarlo todo.  De darle a todo una explicación.

Yo creo que esta necesidad es el motivo por el que siempre propendemos a complicarnos la vida, al menos en cuanto lo que a elucubraciones se refiere.

Elucubrar entendido como la segunda acepción de la RAE que es:

Imaginar sin mucho fundamento.

Cuando no tenemos contestación a algo nos ponemos a imaginar posibles respuestas y por qués para dar razonamiento al caso en cuestión.  No podemos esperar a conocer la respuesta.

Empezamos a pensar, a producir razonamientos creíbles (al menos para nosotros mismos) sobre qué es lo que puede estar pasando.

Además, cuanto más tiempo tengamos para pensar sobre el tema, más ideas y más por qués totalmente “admisibles” se nos vienen a la cabeza.

Y si estamos con otras personas que también les gusta eso de elucubrar… el nivel de ebullición de nuevas y cada vez más sorprendentes ideas crece como la espuma.

 

El Chiste del Gato

¿Conoces el chiste del gato?  Es este.

Un hombre se queda tirado en la carretera por un pinchazo en una rueda a media noche…

Se acerca a una casa con luz que ve a lo lejos para pedir un “gato” para poder cambiar la rueda.  Algo lógico ¿no? ayudar a alguien en apuros.

A medida que se acerca a la casa empieza a elucubrar que quizá el dueño de la casa no va a estar de humor para atenderle… o que quizá no tiene gato… o que puede tener gato pero no querer dejárselo.

Se da cuenta de que es probable que esté dormido y que se enfade al ser despertado en mitad de la noche… e incluso le insulte.

Mientras sigue caminando, el conductor del coche empieza a enfadarse y a recrear en su cabeza la discusión hipotética que tendría con el dueño de la casa, y lo que le respondería en caso de que efectivamente le abriera la puerta de mala gana y no le dejase el gato…

Tanto se enfada de pensarlo que cuando llega a la casa y el dueño de la casa abre la puerta, antes de que pueda decir nada, el conductor le dice:

– ¿Sabes qué te digo? ¡¡Que te metas el “gato” por donde te quepa!!”

Hay gente malpensada por naturaleza.  Mucha más de la que pueda parecer.

Hay personas que les encanta elucubrar situaciones lo más morbosas y rocambolescas posibles.

Personas que se deleitan fantaseando las peores situaciones imaginables.

Son gente muy tóxica de la que hay que huir como de la peste.  En unas pocas semanas hablaré más detenidamente sobre la gente tóxica.  Bufff, ¡qué lastre son!

 

Y la Respuesta Correcta es…

A partir de ahora fíjate, si no lo haces ya, en que la respuesta más sencilla de todas las que has elucubrado suele ser la correcta.

Si fallas en la sencillez de la respuesta que has elucubrado, posiblemente sea porque la respuesta correcta sea aún más simple de la que habías pensado.

La vida es sencilla.  Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos.

Somos afortunados, como especie, de tener la capacidad de raciocinio.  Una capacidad que nos ha traído hasta donde estamos y nos llevará a lugares completamente insospechados.

Utilicemos esta maravillosa capacidad para crecer y avanzar.  No para estancarnos.

Como empresarios y dueños de negocios, tenemos que impedir a nuestros clientes que hagan lo mismo que el hombre del chiste del gato.  Es nocivo para nosotros.

No podemos permitirnos que piensen mal de nuestra empresa, de nuestro producto, de nuestro servicio.

Posiblemente no sea cierto.  Pero nuestro maravilloso cerebro emocional-racional asume igual la realidad que lo que imaginamos.

Así que es conveniente no hacer imaginar a nuestros clientes cosas que no sean reales.

Todo esto se soluciona con información rápida, clara y precisa.  Informando de tu respuesta que (casi) siempre será la más sencilla.

 

Un saludo y ¡qué tengas una gran semana!

Luis


 

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